miércoles, 22 de julio de 2015

Libros que "no se podían leer"
 
Mucho se ha escrito sobre cómo las juntas militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1983 persiguieron y censuraron a intelectuales y artistas.
Lo que es menos conocido es que las prohibiciones del gobierno de facto llegaron incluso al mundo de la literatura infantil.
Libros clásicos como "El Principito" fueron censurados por temor a que "adoctrinaran" a los niños.
Pesclevi escribió un libro sobre las obras censuradas.
Pesclevi dio a BBC Mundo algunos ejemplos de libros censurados y explicó por qué los militares los encontraron "peligrosos".
El Principito (Antoine de Saint-Exupéry, 1943)
  • La obra: Este cuento infantil francés es uno de los libros más vendidos después de La Biblia y el Capital de Carl Marx. Fue traducido a 180 idiomas. En Argentina fue publicado por primera vez en español en 1951 por la editorial Emecé.
Cuenta la historia poética de un piloto que se pierde en el desierto del Sahara luego de que su avión sufre una avería y allí conoce a un pequeño príncipe proveniente de otro planeta, que le cuenta cómo llegó a la Tierra. Contiene muchas observaciones filosóficas sobre la existencia, la naturaleza humana, la amistad, el amor y sobre cómo los adultos ven el mundo.
  • Por qué lo censuraron: En su libro "El príncipe censurado" la escritora Ernestina Martínez Gravino señala que lo prohibieron "porque es una obra que relata las aventuras de un niño en busca de amigos, de la compañía de otras personas, lo cual iba en contra de los mecanismos específicos de control social utilizados por el gobierno militar".
Además, resalta que "cuando el Principito se refiere a la libertad, lo hace a su favor y con un ejemplo en el que participa un dictador. Es decir, que cualquiera podría haber asociado al dictador turco con los dictadores argentinos".
Según Gabriela Pesclevi, otra posible razón de su prohibición pudo haber sido que fue encontrado en muchas de las casas allanadas por los militares, debido a que fue un libro muy popular en la década del 60 y principios del 70, por lo que los militares pudieron haberlo asociado con los supuestos "subversivos".
Cuentos para chicos traviesos (Jacques Prévert, 1973)
  • La obra: Prévert era un poeta, autor teatral y guionista cinematográfico francés. El libro es una antología de cuentos en la que los animales padecen el atropello de los humanos. El tono es de humor y desenfado.
Los animales denuncian el mundo de los cazadores, la petulancia y todas las formas de la ambición humana, incluyendo la esclavitud. Fue editado en Buenos Aires en 1974 por Ediciones Librerías Fausto.
  • Por qué lo censuraron: En los cuentos los animales denuncian la explotación que sufren por parte de los humanos y se muestran como una fuerza contrapuesta a ese abuso. Además se llaman entre sí "camaradas", algo que seguramente molestó a los militares.
Según Pesclevi, los animales de "Cuentos para chicos traviesos" desafían el orden y transgreden normas impuestas de la sociedad, lo cual era considerado subversivo.
Cinco Dedos (Colectivo Libros para Niños de Berlín, 1975)
  • La obra: Cuenta el enfrentamiento entre una mano roja y una mano verde. En el comienzo se ve solo una mano: la roja, en la que los dedos se llevan mal, se critican, se fastidian. Luego viene la mano verde a imponerse a ellos, los maltrata y busca someterlos. Entonces los dedos rojos se unen para vencer a la mano verde, que aparece con el color de los trajes militares. "Cinco dedos bien unidos…hacen un buen puño", es el lema del cuento.
Los dueños de la editorial fueron detenidos durante meses y debieron exiliarse.
Los derechos para imprimir el libro fueron adquiridos en 1973 en la feria de Frankfurt por el editor Daniel Divinsky, fundador de Ediciones de la Flor, que tenía varias colecciones infantiles y también publicó la historieta Mafalda, de Quino.
Divinsky y su pareja Ana María "Kuki" Miller fueron detenidos por el gobierno militar en 1977, y tras permanecer varios meses en cárcel se exiliaron en Venezuela, desde donde siguieron editando libros. Ediciones de la Flor siguió funcionando bajo el mando de Elisa Miller, madre de Ana María, hasta el regreso de la pareja en 1982.
  • Por qué lo censuraron: Según el decreto 269/77 del 2 de febrero de 1977, que prohibió el texto, este libro prepara a la niñez para el accionar subversivo.
"(Tiene) finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatorio a la tarea de captación ideológica propia del accionar subversivo", reza el decreto.
Para Pesclevi, "Cinco Dedos" está atravesado por la idea de "La unión hace la fuerza", un concepto considerado muy peligroso por los militares.


domingo, 19 de julio de 2015

Robots versus Humanos

"La comedia es igual a tragedia más tiempo", decía el personaje interpretado por Alan Alda en Crímenes y pecados, la película de Woody Allen. Días atrás, la hipótesis se cumplió a rajatabla con la muerte de un operario en una planta de la automotriz Volkswagen, en Alemania, por el accionar defectuoso de un robot. Una noticia trágica, que provocó centenares de chistes en Twitter horas después, cuando se viralizó que una de las periodistas que la difundió era Sarah 0'Connor, del Financial Times, con nombre casi igual al de la protagonista de la famosa película Terminator -estrenada en 1984 y protagonizada por Arnold Schwarzenegger), Sarah Connor.
La película narra un futuro terrorífico, en el que las máquinas se adueñaron del planeta y buscan extinguir a la raza humana. "[Sarah O'Connor] estuvo toda su vida esperando a escribir esta nota", se burló un tuitero, entre miles que le sacaron el cuero a la periodista.
Noticias de este tipo comenzaron a aparecer en 2015 con mayor frecuencia. En marzo, una ciudadana coreana se despertó de la siesta cuando un robot-aspiradora le estaba comiendo el pelo. Y a fines de abril, un robot fue "preso" en Suiza luego de comprar pastillas de éxtasis por Internet.
¿Novedades de países del Primer Mundo, alejadas de la realidad argentina? No tanto. El 20 de junio pasado, los operarios de la Línea C de subte hicieron un paro sorpresa en protesta contra la implementación de máquinas expendedoras de boletos. Intentan evitar que los reemplacen autómatas.
Y dos semanas atrás, hubo un grave accidente en la planta de una empresa siderúrgica de las grandes: un operario perdió una pierna en una línea de producción que fue automatizada recientemente.
No podía ser de otra manera: la discusión por las derivaciones del avance de la tecnología y de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo está que arde entre los economistas.
En un debate que mantuvieron en la Universidad de Buenos Aires (UBA), los economistas Daniel Heymann (director del Instituto Interdisciplinario de Economía Política) y Lucas Llach (profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y candidato a vicepresidente de la UCR) mostraron posturas contrapuestas. Heymann, preocupado por un futuro de alto desempleo. Llach, con una visión más optimista, resaltó que la incorporación de máquinas sube la productividad, pero no afecta tanto al empleo como postulan algunos.
El tercer participante del debate de la UBA, el físico ruso Andrei Vazhnov, destacó: "La evidencia histórica está unánimemente del lado de la idea de que nadie termina extrañando los puestos que reemplazan las máquinas y que surgen nuevas ocupaciones".
"Si una máquina puede hacer por cinco pesos el trabajo que una persona hace por 10pesos, el trabajador tiene dos opciones: trabajar por cinco pesos [una reducción de 50% de su salario] o buscar otro trabajo. Por eso, la máquina que sustituye trabajo aumenta la productividad [y el ingreso del empresario], pero reduce el salario [y el ingreso del trabajador], profundizando la inequidad", explica Eduardo Levy Yeyati, quien abordó este tema en su reciente libro PorVenir, de Editorial Sudamericana.
"El desplazamiento de trabajadores de calificación media en países desarrollados ocurre desde hace 30 años -prosigue el director de la consultora Elypsis y presidente del Cippec-, no sólo por la mudanza de puestos industriales a emergentes, sino también por la sustitución por la máquina. De hecho, el empleo industrial en China cayó aproximadamente un 25%, no muy lejos de la marca en economías desarrolladas. Así, la globalización de empleos sería apenas una parada intermedia hacia la automatización."
Para Guillermo Cruces, especialista en temas sociales y laborales del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de La Plata, en los países desarrollados se observa cada vez más un reemplazo de tareas rutinarias por computadoras (rutinarias cognitivas) o trabajadores y máquinas en otros países (rutinarias manuales). "Esto empezó con las fábricas y el Made in -agrega Cruces-, pero avanza cada vez más en tareas cognitivas, como lo puede atestiguar cualquiera que haya marcado un 0800 para un servicio local y haya obtenido una respuesta en otro lugar del planeta", dice.
En la recuperación de la última crisis sólo crecieron en los Estados Unidos los trabajos no rutinarios, aquellos que no pueden ser reemplazados simplemente. Pero no se recuperaron las capas intermedias, que son las que más sufren la automatización, en una tendencia que David Autor, economista del Massachusetts Institute of Technology (MIT), describe como "polarización del empleo".
Ya hay consultores en los Estados Unidos y en Europa que publican listas de los "Diez empleos en peligro de extinción" (como si fuera un especial de National Geographic en especies en riesgo).
Y en cualquier polémica de este campo surge la cita obligada al trabajo de los profesores de Oxford Carl Frey y Michael Osborne, quienes relevaron la tasa de sustitución de máquinas por humanos en cada una de las 702 ocupaciones que releva la secretaría de empleo de los Estados Unidos y llegaron a la conclusión de que el 47% de los puestos podrían ser desafiados por robots o inteligencia artificial en los próximos veinte años.
Entre los más sustituibles están las posiciones más rutinarias (como decía un titular de The Economist recientemente: "Si usted está aburrido porque en su trabajo hace lo mismo todos los días, empiece a preocuparse"). Entre los puestos de trabajo más seguros, aparecen aquellos que requieren habilidades de creatividad y empatía, inherentemente humanas.

Mad Men, Ricardo y los etruscos

El debate sobre el futuro del empleo y la incidencia del reemplazo de humanos por robots es muy pantanoso, en buena medida porque el presente de este fenómeno está en discusión y no hay consenso entre los economistas en que el estancamiento del empleo en los Estados Unidos y en las principales economías del mundo se deba al factor tecnológico.
Hay un tono "sombrío" en el debate económico global actual, que tiene un emergente en los libros de moda (El capital en el siglo XXI, del francés Thomas Piketty; La gran división, de Joseph Stiglitz, o las compilaciones de Lawrence Summers sobre el "estancamiento secular").
Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) concluyó que la desigualdad nunca fue tan alta en la mayor parte de sus 34 países miembros, un fenómeno que se explica en principal medida por la caída del poder de compra del 40% más pobre de la población. Cuánto de todo este marco se debe a la automatización es lo que está en discusión.
De cualquier forma, no se trata de una cuestión nueva. En la tercera temporada de la serie Mad Men, que transcurre en Nueva York en la primera mitad de los años sesenta, Peggy Olson (el personaje que interpreta Elizabeth Moss) sale a tomar algo a la noche y conoce a un estudiante avanzado de ingeniería, que le cuenta que se cambió desde abogacía. "Si nos van a reemplazar las máquinas de todas formas, por lo menos quiero ser de los que las hacen", se justifica.
La "angustia por las máquinas" recrudece tanto en períodos de disrupción tecnológica como en los de estancamiento del empleo. En 1821, un tiempo después de las protestas de los luditas que rompían las máquinas de la Revolución Industrial, el economista David Ricardo advertía sobre las consecuencias de la automatización sobre el empleo, al igual que John Maynard Keynes en 1930, cuando acuñó el término de "desempleo tecnológico".
En sus charlas en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, Lucas Llach, Heymann y Vaszhnov coincidieron en llamar a no dejarse seducir por "distopías excesivas" sobre la desaparición del empleo en manos de las máquinas. Como el "auto volador", que, según el sitio PaleoFuture (que recopila visiones del futuro de décadas pasadas), viene siendo anunciado desde una década y media "para dentro de dos años", la disrupción laboral podría tardar más tiempo en llegar o lo haría de otra forma.
Cruces, del Cedlas, da un ejemplo al respecto: "Estas sustituciones también tienen sus límites. Es un clásico, ya que se anuncia cada tanto una «nueva revolución en la construcción», que generalmente implica algún tipo de prefabricados: casas que se arman en containers, fábricas chinas de rascacielos, habitaciones adicionales empacadas y despachadas en cajas chatas por IKEA.. Sin embargo, y después de décadas de promesas de prefabricados, seguimos construyendo, más o menos, como los etruscos".
Sin embargo, son muchos los economistas que piensan que "esta vez es diferente". Según cuenta Levy Yeyati a LA NACION, esta vez es distinto porque la automatización reemplaza también tareas en el sector servicios, donde hasta ahora recalaban los trabajadores desplazados de la industria: "Y en la medida en que las máquinas ganen en flexibilidad y capacidad de aprendizaje, podrían sustituir empleos menos automatizables, hoy protegidos: el auto sin conductor reemplaza al chofer; el robot, al repositor e incluso al personal de limpieza".
Para los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, autores de La segunda era de las máquinas, los avances en la tecnología digital son a nuestra capacidad mental lo que la máquina de vapor fue, hace doscientos años, a nuestra capacidad muscular.
Por eso, dicen, es el mejor momento para ser un trabajador especializado con la educación adecuada, con la capacidad para usar la tecnología para crear valor, y es el peor momento para ser un trabajador estándar con aptitudes medias fácilmente replicables por computadoras y robots. "Pero el progreso en la digitalización podría poner en jaque a todo el espectro laboral. Incluso al médico, gracias al perfeccionamiento del diagnóstico digital, o al profesor, cortesía de los MOOC [la sigla en inglés de los cursos online masivos y abiertos]", agrega Levy Yeyati.
(La Nación, 19.7.2015)