No tengo mucho para agregar al debate generalizado, sólo
algunos puntos:
1) Quedó
claro que la pandemia y el ASPO visibilizaron las profundas desigualdades
sociales, y por ende, educativas, que
teníamos desde antes. La ya
fragmentada educación argentina sigue fragmentándose cada vez más.
2) Cuando
se habla de “año perdido”, imagino que se hace desde la perspectiva de un año
escolar “normal”, con clases
presenciales sostenidas durante todo el ciclo lectivo. Eso no pudo ser, pero a
través de las diversas plataformas y de
comunicaciones virtuales, los estudiantes y sus docentes estuvieron más
o menos conectados.
3) Si
esa “conexión” educativa es eficiente para el proceso de enseñanza-aprendizaje,
creo que aún no lo podemos saber, se verá en un futuro.
4) Muchos
de los cambios que se venían proponiendo en la “vieja escuela”, aceleradamente
se fueron poniendo en práctica, sin preparación previa, “a los ponchazos”
fuimos creando esta “nueva normalidad” o “nueva escuela”.
5) La
perspectiva pesimista de “año perdido” o la optimista de “año ganado” por las
nuevas prácticas educativas, aporte tecnológico mediante, me parece que no
tienen sentido. Es una situación no elegida por nosotros, no elegida por el
mundo, de excepción total, totalmente novedosa. Nuestras vidas se vieron
alteradas, la salud, la economía, la educación, TODO cambió. En ese marco, “lo
ganado” o “lo perdido” se pierde en el cúmulo de los “ensayos-errores”, de “aperturas-cierres” en el que vivimos.
2020, el año que vivimos en
peligro.