A 100 años de la revolución rusa
Se acerca el centenario
de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, la primera experiencia en la que
la clase obrera tomó el poder del Estado y confiscó la propiedad privada de los
grandes capitalistas en función de los intereses de las mayorías oprimidas. Así
dicho, puede parecer tan sólo una fórmula sociológica. En realidad, se
trató de la epopeya más grande que hayan protagonizado los sectores subalternos
en la historia de la humanidad. Y cuyos primeros orígenes están
relacionados directamente con la realidad argentina, como veremos.
Si bien el día exacto
en el calendario gregoriano, que corresponde al 8 de noviembre, que en el
juliano usado antiguamente correspondía al 25 de octubre y que luego fuera
abolido para incorporar, entre otros elementos, los occidentales calendario
gregoriano y el sistema métrico decimal, quizás convenga repasar los orígenes
tempranos de la revolución bolchevique en su paso previo, cuando todo comenzó:
la caída del zar en la Revolución de Febrero.
Este acontecimiento tuvo
lugar en febrero (marzo, según el calendario occidental). Al comenzar 1917, dos
años y medio ya cumplía la Gran Guerra, la primera conflagración mundial que
tenía su centro en el terreno europeo y que medía dos grandes bandos
multinacionales. Liderados, uno, por los ingleses, al que se sumaría luego
Estados Unidos, y otro, por los alemanes, trataban de dirimir los dominios
imperialistas de un capitalismo que combinaba su cenit con una tendencia
irrefrenable hacia la crisis. Por primera vez se usaba armamento que provocaba
la muerte masiva y Walter Benjamin, en su texto Experiencia y pobreza,
describía cómo volvían los soldados del frente "sin habla" frente a
la barbarie que habían visto y la pobreza. Aviones bombarderos, tanques,
ametralladoras, armas químicas: la ciencia del hombre que alcanzaba cúspides
era usada al servicio de la maquinaria instrumental de la matanza. Mientras el
renacimiento de la industria armamentista brindaba grandes beneficios a los
capitalistas del área, las poblaciones eran arrasadas y sucumbían ante la
pobreza y la escasez. Mucho más en Rusia, donde el campesinado en masa había
sido llevado al frente de guerra sin experiencia, con armas, pertrechos
antiguos y una rigurosidad que hubiera querido imitar a la de los ejércitos del
káiser, pero sin su experiencia, sofisticación en adiestramiento, armas o
disciplina. Los soldados rusos eran enviados al muere.
El hambre y las
restricciones que planteaba la guerra se hacían sentir en las ciudades, que
también despedían a sus hijos que partían hacia el frente. Mientras tanto, la
aristocracia rusa seguía reuniéndose en los salones donde hablaban en francés,
como retrataba León Tolstoi en La guerra y la paz. Las huelgas
recrudecían y las crisis palaciegas también: el monje Rasputín, asesor de la
zarina Alexandra y con gran influencia sobre los destinos de la monarquía,
había sido asesinado por uno de los príncipes. Quizás el único que no
se daba cuenta de la gravedad de la situación era el zar Nicolás II, que,
en su última partida al frente, escribía en su diario: "Mi cerebro
descansa aquí, no están ni los ministros, ni asuntos que requieran mi atención.
Creo que me viene bien". Días después, la dinastía Romanov caería.
La Duma (parlamento)
había planteado la conformación de un gobierno provisional ante la gran
agitación social, los pésimos resultados en la aventura bélica, la inflación y
la escasez. Aquí, entonces,
aquello que se cruza de tal historia con nuestra contemporaneidad. Los
bolcheviques habían sacado un periódico en 1914 dirigido a las mujeres
trabajadoras llamado Rabotnitsa ('La obrera'), pero lo había
tenido que interrumpir debido a la censura zarista; no así su trabajo en el
movimiento de la mujer.
Los comités obreros de
Petrogrado organizaron la movilización del 8 de marzo, que había sido decretado
Día Internacional de la Mujer Trabajadora en 1910, en la II Conferencia
Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, a propuesta de la
dirigente alemana Clara Zetkin. Hacía unos días había cerrado Putilov, la
principal fábrica del distrito obrero de Viborg, que empleaba a 30 mil
trabajadores. La manifestación de las mujeres, que paraban sus fábricas y
además transformaban las colas de abastecimiento en actos reinvidicativos,
comenzó una semana que culminó finalmente con la caída del zar. Se
había producido, originada en las mujeres, la Revolución de Febrero,
prolegómeno de la mayor transformación de clase de la historia contemporánea.
Mujeres. Alexandra
Kollontai, Inessa Armand, Nadezhda Krúpskaya, Konkordiya Samoilova, entre
tantas otras mujeres bolcheviques, le dieron vida a este proceso. Cuando la
mujer rompe sus cadenas, lo hace con tal fuerza que el ruido de la ruptura
atraviesa a toda la sociedad. Hoy asistimos a una nueva ola de
movilización de la mujer. En 1917, comenzó la revolución. Del modo en que
se procesen la movilización y la dirección del movimiento de la mujer en la
Argentina dependerá el rumbo histórico de nuestros acontecimientos.
Diego Rojas, Infobae,
8-10-2017.