viernes, 23 de enero de 2015

Dedicatoria

Este blog ya tiene más de un año. Es una buena ocasión para dedicárselo a Marcela Caviglia, compañera de trabajo y amiga. Como ya comenté al inicio, con ella llevé a cabo muchas de las actividades aquí propuestas.
Comparto con Uds. un fragmento de su libro "Cómo ser docente y no morir en el intento".

Capítulo VI: El arte de insinuar.
Ha llegado la fecha de su cumpleaños. Un día en que todo deber ser espléndido. Sin embargo, usted sigue pobre, y lo que es peor, sus amigos -docentes como usted- también. Por lo tanto, ¿para qué haber practicado gimnasia con los dedos, si no tendrá que abrir ningún paquete? Pero, estimada colega, la esperanza es lo último que se pierde. ¿Para qué están las amigas como yo, sino para darle inestimables sugerencias?
Su esposo no tiene dinero para regalarle nada, sus amigos tampoco. Es hora de recurrir a esa masa de émulos de humanos, de representación fiel de la teoría de Darwin, de engendros del Infierno, es decir, los adorables, gráciles, educados y nunca bien ponderados alumnos. Ellos probablemente tengan a su disposición para sus gastos superfluos lo que usted debe estirar, cuidar y adorar para poder llegar a fin de mes. Conviértase, entonces, en una Robin Hood moderna, dé rienda suelta a su capacidad actoral y sumérjase en estas propuestas.
Antes de insinuar a sus alumnos sus necesidades respecto a los futuros regalos, es necesario que ellos conozcan la fecha de su cumpleaños sin lugar a errores. Para lo cual, alguna de estas estrategias le será útil.
Estrategia 1.
Usted está, como lo hace habitualmente, estudiando la fecha para una evaluación., delante del curso y junto a sus alumnos, en una brillante actitud democrática. Por lo tanto, procede a pedir un calendario a un alumno, luego "tira" posibilidades. No sería difícil que entre tanta fecha probable, usted -como por casualidad- mencione la de su cumpleaños. Lo que sigue es fácil. Simplemente, añada algo parecido a esto: "Uy, qué mala suerte!. Todo lo que voy a tener que corregir el día de mi cumpleaños".
Nunca falta un par de olfas que graben en sus memorias la fecha de tan magno acontecimiento, sobre todo si tienen un aplazo en su asignatura.
Estrategia 2.
Cada vez que tome lección oral o tenga la libreta de calificaciones en la mano, hable de su cumpleaños, del buen concepto que usted tiene sobre la gente educada, que brinda atenciones a sus maestros, que se acuerda de ellos en las fechas claves, como es un cumpleaños, por ejemplo. A veces, una libreta vale más que mil palabras..."

domingo, 18 de enero de 2015

Rebelión de mujeres

Fragmento de Lisístrata, de Aristófanes.

"Lisístrata: - Ah!, si las hubiese citado a una fiesta de Baco, la multitud de tambores no permitiría transitar por las calles. Ahora no viene ninguna, excepto esa buena vecina que sale de su casa. Salud, Calónice!
Calónice: - Salud, Lisístrata, ¿qué es lo que te aflige? Serena tu frente, hija mía, no te sienta bien ese fruncido ceño.
Lisístrata: - Calónice, me hierve la sangre. Me avergüenzo de mi sexo, los hombres pretenden que somos astutas...
Calónice: - Y lo somos, por Júpiter!
Lisístrata: - Y cuando se les dice que acudan a este sitio para tratar de un importante asunto, duermen en vez de venir.
Calínice: - Ya vendrán, querida. Las mujeres no pueden salir tan fácilmente de casa. Una está ocupada con su marido, otrra despierta a su esclavo, otra acuesta a su hijo, aquélla le lava o le da de comer.
Lisístrata: - Más grave son estos cuidados.
Calónice: - Pero sepamos para qué nos convocas. ¿Qué cosa es? ¿Es grande?
Lisístrata: - Es grande. Trata de un plan que yo he trazado. Tan sutil que la salvación de Grecia entera estriba en las mujeres.
Calónice: - ¿Pero acaso las mujeres pueden llevar a cabo empresa ilustre y sensata? Nosotras que nos pasamos la vida encerradas en casa, muy pintadas y adornadas, vestidas de túnicas amarillas.
Lisístrata: - Precisamente en eso tengo yo puestas mis esperanzas de salvación, en las túnicas amarillas, en los perfumes y los coloretes... De suerte que ninguno de los hombres de hoy en día levantará su lanza contra los otros.
Se van reuniendo todas las mujeres.
Lisístrata: - Permitidme una sola pregunta. ¿No sentías que los padres de vuestros hijos se hallen lejos de vosotras en el ejército?
Calónice: - El mío, pobrecillo, hace ya cinco meses que está en Tracia.
Lisístrata: - Si yo encontrase un medio de poner fin a la guerra, ¿querrías secundarme?
Mirrina: - Lo haremos, aunque nos cueste la vida.
Lisístrata: - Todo está previsto, hoy mismo nos apoderaremos de la ciudadela. Las mujeres de más edad están encargadas de ocuparla con pretexto de ofrecer sacrificio; mientras nosotras nos concertamos aquí.
Coro de viejos: - ¡Oh, Júpiter! ¿Qué haremos con estas fieras? ¡Esto es insoportable! Es preciso averigüar la causa de este mal, y lo que preteden al apoderarse de la ciudadela.
Magistrado: - Lo que deseo que me digas es la intención con que os habéis encerrado en la ciudadela.
Lisístrata: - Con la de poner a salvo el tesoro y evitar la causa de la guerra.
Magistrado: - Pues qué, ¿el dinero es la causa de la guerra?
Lisístrata: - Y de todos los demás desórdenes.
Magistrado: - ¿Y qué harán?
Lisístrata: - ¡Vaya pregunta!, administrarlo nosotras...
Magistrado: - ¿Administrar vosotras el tesoro?
Lisístrata: - No comprendo tu asombro, ¿acaso no administramos los gastos de nuestras casas?
Magistrado: - Pero no es lo mismo, ese dinero se destina a la guerra.
Lisístrata: - La guerra ya no es necesaria. Las mujeres hemos tomado el partido de reunirnos y salvar entre todas a Grecia. Por consiguiente, escucháis nuestros consejos.
Magistrado: - ¡Esto ya no se puede tolerar!
Lisístrata: -¡Calla!
Magistrado: - ¡Yo, callarme yo, porque tú me lo mandas, deslenguada! ¡Yo obedecer a alguien que lleva un velo en la cabeza! Antes morir.
Lisístrata: Si no tienes más inconvenientes que ése, toma mi velo, rodéatelo a la cabeza y calla. Tolma también mi canastillo, y dedícate a hilar lana, mascullando habas. La guerra será asunto de mujeres.
Así como nosotras principiamos por lavar la lana para separarla de la suciedad, vosotros debéis empezar por expulsar a palos de la ciudad a los malvados, y separar la mala hirba. Luego dividir a todos los que se apelotonan para apoderarse de los cargos públicos y arrancarles la cabeza. Después, amontonar en un canasto, para el bien común, a los extranjeros, los amigos y deudores del Estado y cardarlos sin distinción.
Magistrado: - ¿No es insufrible que pretenda hilarlo todo quien ninguna participación tiene en la guerra?
Lisístrata: - ¡Pero maldito dios! nosotras tenemos parte doble, pues primero parimos los hijos y después los enviamos al ejército.
Cinésias: - ¡Por los dioses te lo pido! llama a Mirrina.
Lisístrata: - ¿Que llame a Mirrina? ¿Y tú quién eres?
Cinésias: - Su marido.
Lisístrata: - Pues bajo a llamarla
Cinésias: -La vida no tiene encanto para mí desde que abandonó el hogar, la casa me parece un desierto, ¡tal es mi pena!¡Oh, dulcísima Mirrinita, ¿por qué haces esto?, baja!
Mirrina: - Me llamas sin necesidad.
Cinésias: - ¿Sin necesidad, y estoy pereciendo?
El niño: - ¡Mamá, mamá, mamá!
Cinésias: - ¿No te compadeces de esta pobre criatura que hace seis días que está sin su madre? Baja, loquilla, por amor a tu hijo.
Mirrina: - No, mientras no hagáis la paz y concluyáis la guerra.
Cinésias: - Bien, si te agrada, lo haremos.
Mirrina: - Bien, si te agrada, volveré a casa ... "
 
 

miércoles, 14 de enero de 2015


Antigua Mardel







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1: Hotel Bristol (1920), 2: lago donde hoy se encuentra el Casino Central (1905)