miércoles, 31 de mayo de 2017

Mano a mano III
(otros ejemplos)

Catalina Escardó, 5to H, Colegio Santa Teresa, 2017

8de septiembre, 1930.
Isla Martín García, Río de la Plata, Argentina.
120 horas desde que el país retrocedió 20 años. 120 horas desde que perdí mi lugar como presidente, como líder de un pueblo que tanto necesita uno. 48 horas preso. 48 horas en esta isla.
Hace 5 días los militares marcharon hacia la Casa de Gobierno y pidieron mi renuncia. Todo con esa frialdad y formalidad tan típica de los militares, esa aparente indiferencia mientras destituían al presidente elegido por el pueblo, al primero elegido de manera legítima. Ni siquiera el partido conservador ni los pequeños malcriados de la Liga Patriótica me generaron tanto odio como me generó el Gral. Uriburu cuando ordenó a todo el ejército que, con su paso redoblado, pisotearan todos mis logros. Por alguna razón no puedo dejar de imaginarme como se habrá preparado para ese día. Casi puedo verlo, parado frente a un espejo antes de salir a dar el golpe, dando unos últimos toques a su inmaculado uniforme, sus lustradas medallas. Ajustando el nudo de su corbata negra. Negra para el funeral de mi libertad.
Hace 2 días que doy vueltas por este pequeño cuarto húmedo y frío, sin poder sacarme esa imagen de la mente. En mi celda no hay espejos. No me molesta, hace mucho que estoy evitándolos…sí, por miedo. Por miedo a la persona que me devolvería la mirada. Por miedo a darme cuenta de que lo dicen los periódicos es verdad, que no son solo habladurías de la oposición. Estoy viejo. Aquí, solo en esta celda, me siento más viejo e inútil que nunca. ¿Así es como termina una vida entregada a la patria?
Incluso antes de que me trajeran aquí podía sentirla terminándose en el correr de los segundos, como se me escapaba de entre los dedos con cada cambio del reloj, con cada nueva fecha escrita en la tapa del diario La Nación, con cada hora que moría en el otoño agonizante de 1930.
En mi celda no hay relojes, ni ejemplares de la Nación, nada que delate todo lo que se va. Pero ya ni siquiera me importa. Quizás a cada persona solo se le da una determinada cantidad de días que cuenten. Esos días en los que podemos hacer algo, ser alguien, efectuar un cambio…son limitados. Mis días se acabaron. Para ser exactos, el 6 de septiembre fue el último.
120 horas desde que las horas dejaron de contar.
Se escuchan pasos detrás de mi puerta, y el tintineo de las llaves. No sé porque se molestan con llaves y cerraduras. Como si estuviera en condiciones para escapar. Como si fuera necesario encerrarme, en esta isla que tiene el extraño poder de convertir a tu propia conciencia en una cárcel.
La puerta se abre y me incorporo esperando ver a mi carcelero, pero no es él que entra, sino un hombre muy joven. No usa uniforme, a diferencia de todos aquí, pero si viste de traje. Arrima una silla cerca del catre en donde en este momento estoy sentado y comienza a hablar:
IT: “Buenas tardes, señor Yrigoyen. Mi nombre es Ignacio Trueba. Debo disculparme, esta reunión debería haber pasado ayer,” me dice, aunque no parece muy arrepentido.
Y:“¿Periodista?” Pregunto, arqueando una ceja.
IT:“Abogado. Vengo a negociar las condiciones de su liberación.”
Y:“¡Negociar!” exclamo, sin esforzarme por disimular mi sarcasmo. “Nunca antes había escuchado esa palabra en boca de un conservador.”
Me devuelve una burlona sonrisa, dejando en claro que él tampoco está muy conforme con la tarea que se le ha asignado.
IT:“Para tener tanto resentimiento contra los jóvenes del partido conservador, debe admitir que los dejó actuar con bastante libertad durante la Semana Trágica.”
Mantengo su mirada, pero no digo nada.
IT:“¿O acaso debo recordarle como permitió que la Liga Patriótica moliera a palos a los obreros durante varios días luego del desastre en Vasena? Se lo merecían, por supuesto. Una semana entera con el país paralizado. Debo felicitarlo, pues parece que no necesitó su ayuda para reprimir a los esquiladores de Río Gallegos. Muy bien. Usted mismo debe admitir que todo ese cuento del Estado árbitro es nada más que eso, un cuento…con esas bestias ignorantes nunca se podrá dialogar. Mejor volver a los métodos antiguos, que al final, son siempre los únicos que funcionan.”
Un joven desesperado por volver a los métodos antiguos. Cuando yo era joven, sólo quería hacerlos desaparecer. Quería cambiar las reglas del juego. Un juego que ni siquiera yo supe jugar. Y en ocasiones no supe como obedecer las reglas que yo mismo impuse.
Y:“Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Sin embargo, sostengo que hacer política es dialogar. Con todos los actores de la sociedad. Y este nuevo gobierno no podrá obtener verdadera legitimidad a menos que aprenda a dialogar.”
IT:“Por supuesto, hay que saber dialogar. Sólo me pregunto…¿Por qué no pudo dar usted el ejemplo, dialogando con el Congreso?”
La conversación se ha convertido en un permanente intercambio de ironía, sarcasmo, y cinismo.
Y:“Si se refiere al discurso que esperaban que diera en el inicio de las jornadas representativas, debo admitir que tanto discurso y teatro siempre me han parecido innecesarios. Si se refiere a las intervenciones federales…el PAN realizo el doble, sin pedir el permiso de nadie.”
IT:“Resulta que en persona es todavía más contradictorio que su imagen. Se presenta ante la nación como un noble caballero emprendiendo una Santa Cruzada por la democracia, pero desconoce a una de sus partes más importantes. Dice que la nación debe ser de todos, pero a mí no me engaña: vio la oportunidad de hacer lo que quiso, y la tomó, porque cree que es el único que puede hacer las cosas bien.  Dice que hay que saber dialogar con todos los actores de la sociedad, pero desde que asumió está sacándonos a la elite nuestros privilegios, uno por uno.”
La insolencia es algo que los caracteriza a ellos. Los jóvenes del partido conservador. Parece un chiste. Juventud gastada en los que solo quieren conservar. El mismo nombre de su partido delata una cause perdida. ¿Hay algo en este mundo que se pueda conservar? ¿Hay algo en este mundo que realmente permanezca?
“Mira quién habla de ironías, Hipólito,” me susurra burlona la voz de mi conciencia. “Para llamarse la Unión Cívica Radical, no parecen muy unidos.”
IT: “¿Cómo dice?”
Genial. He hablado en voz alta  y ni siquiera me di cuenta. Los síntomas de mi vejez aparecen siempre en momentos muy oportunos.
Ignacio Trueba sonríe. A pesar de su pregunta, sé que me ha escuchado perfectamente.
IT:“¿Puede culpar a los antipersonalistas por separarse del resto del partido? Es lógico no querer unirse a los fanáticos que siguen ciegamente a su líder sin cuestionar sus decisiones. Debo rescatarle que usted ha hecho un trabajo fantástico cultivando el mito. Mostrarse en público 2 veces al año fue realmente efectivo. Es muy fácil crear una imagen falsa de alguien que rara vez muestra la verdadera. Y si hay algo de lo que los argentinos no carecemos, es imaginación.”
Y: “¿Alguna vez se preguntó por qué el mito se propago tan fácilmente? Pues yo sí, y la respuesta es que la gente necesita los mitos para sobrevivir. La gente necesita la democracia. Necesita un héroe que luche por ella. Necesita saber que las minorías serán escuchadas. Necesita poder salir a la calle a reclamar cuando se está muriendo de hambre. Necesita saber que existe la posibilidad de ascender, de mejorar su posición social. Necesita un Estado que se preocupe por poder otorgarle un empleo y que eso sea posible.”
IT: “¿La gente lo necesita, o usted? ¿Va a justificar también los mates con su cara, diciendo que es una medida para el bienestar social? No, la sociedad estaba bien antes que llegara, siguiendo el orden natural de la supervivencia del más apto. El empleo público que se dio la libertad de repartir libremente y que, además, espera que financiemos con nuestros impuestos, es una herramienta populista y demagógica.Dice que la gente lo necesitaba…¿en dónde estaban todos ellos cuando los militares lo limpiaron como ajo? ¿Por qué nadie opuso resistencia?”
Y: “Quiero creer que fue nada más que por asombro.”
IT: “O quizás porque ni siquiera usted pudo hacer que el pueblo creyera en la democracia. En los pocos discursos que dio no paraba de afirmar que la UCR representa a la nación misma, lo cual es completamente anti democrático. Seamos sinceros: nadie la defendió. Yo estoy empezando a descreer cada vez más. Sobre todo en la libertad de expresión. En Italia, en Alemania, ideas muy interesantes están expandiéndose. Las grandes potencias se preparan para una contrarrevolución. Escúcheme, Yrigoyen: Ya ha tomado nuestro consejo una vez, cuando le pedimos que le comprara a quien nos compra. Sea inteligente y tómelo de nuevo: Si cuando sale de aquí sigue teniendo alguna influencia, haga todo lo posible para que deporten a esos bárbaros comunistas y anarquistas. Que vuelvan a sus países, y que allí los corrijan. Ayude a reestablecer el orden social que usted mismo contribuyó a destruir. Bien sabe que el mundo solo podrá salir adelante cuando el poder esté en manos de quien sabe cómo usarlo.”
Y: “Nadie sabe como usarlo.”
El abogado me mira sorprendido. Sé que es extraño escuchar a un presidente pronunciar esas palabras, pero eso no las hace menos ciertas.
Y: “Nosotros deberíamos saberlo mejor que nadie. Somos el daño colateral. Los que sufrieron a millones de kilómetros y un océano de distancia mientras Europa se desangraba. La venta de cereales se congeló, la de carne disminuyó, los préstamos que sostienen nuestra economía dejaron de ser una opción e Inglaterra demandaba devoluciones que no podíamos darle. Los criadores, al ser el principio de la cadena, por primera vez entendieron lo que es tener una posición desafortunada. Todo porque a los granjeros norteamericanos les convenía que la carne argentina tuviera fiebre aftosa. Además, somos los testigos de cómo el gran imperio estadounidense aplasta y explota a nuestros hermanos hispanos. Me gustaría ver como el gobierno de Justo se las ingenia para salir de este triángulo comercial en el que hemos quedado atrapados. Gran Bretaña presiona por una relación bilateral, EE.UU ofrece brindarnos lo que sus amigos europeos no pueden pero nunca la oportunidad de venderles. Esa es la única pregunta que los países periféricos podemos darnos el lujo de responder: ¿Qué potencia queremos que nos explote ahora?”
IT: “Sí, dejó muy en claro su antipatía hacia los norteamericanos. Sabemos que no es casualidad que haya elegido el 12 de octubre para conmemorar el día de la raza…ni que haya ordenado a una nave de guerra saludar al pabellón de República Dominicana en un momento de conflicto con EE.UU.”
Y: “Así es. Sé que nunca me perdonaran que esa antipatía haya sido uno de los obstáculos que les impidieron unirse a los Aliados.”
IT: “Defender a nuestra amada y temida Gran Bretaña…nos habría hecho quedar ante el mundo mucho más noble de lo que en realidad somos.”
Y: “Declararle la guerra al káiser Wilhelm II no es nobleza, es estupidez.”
Sus labios se curvan en una breve sonrisa.
IT: “Es un hombre inteligente. Que lastima que los cambios que queremos para el país no coincidan.”
El viento frío y húmedo de la isla golpea contra las paredes, y las manecillas de su reloj de muñeca se mueven, crueles e indiferentes, siguiéndole el paso a los segundos. Creí que estarían de mi lado. Pero ahora lo entiendo: lo que corre nunca está del lado de nadie.
Y: “Los cambios llevan tiempo. No me dieron tiempo suficiente.”
IT: “A nadie se lo dan.”
Es compleja la vida en este mundo en el que todos tenemos ideales tan distintos, y estamos tan dispuestos a luchar por ellos. A hacer lo que sea para que, cuando llegue el momento, podamos partir sabiendo que dejamos atrás el país con el que una vez soñamos. Y así, con cada segundo que pasa, con cada nueva fecha en la tapa de los diarios y con cada otoño que muere, nuestras acciones llenan las infinitas páginas de la historia.
Ignacio Trueba ajusta su corbata. Muy apropiado.

Corbatas negras para el funeral de la democracia

Guillermina Barberis, 5to. H, Colegio Santa Teresa, 2017.
El 6 de noviembre de 1930 fue un día lluvioso en la Isla Martín García. En ese entonces, cuando aún funcionaba la cárcel de la isla, se encontraba preso Hipólito Yrigoyen, el primer presidente radical que tuvo Argentina. Habían pasado exactamente dos meses desde el golpe militar, y él se encontraba más solo y abandonado que nunca. Sólo veía a una persona durante el día: el guardia que venía a traerle esa comida, tan desagradable, pero que resultaba lo único bueno de ese lugar. El resto del día se lo pasaba encerrado allí, solo, acompañado únicamente por sus pensamientos que no resultaban muy alentadores. Sabía sólo algunas cosas: que estaba viejo, cansado, y que no podía hacer nada por su país frente a los militares, al menos no desde esa cárcel en la Isla Martín García.
Mientras que Yrigoyen se encontraba en su celda, un joven, Ignacio Cepeda, estaba siendo chequeado para entrar en el recinto. Venía a hacerle una visita a una figura importante de la sociedad argentina: nada menos que el mismo Yrigoyen. Ignacio no era un gran fan de ésta figura: como todos los de su clase, para él el viejo presidente era exactamente eso: un viejo incompetente que había terminado con el cargo más alto del país porque un pueblo repleto de inútiles con ideas revolucionarias lo había votado. No, Ignacio Cepeda no venía en forma de amigo a ver a Yrigoyen, él buscaba tener una conversación no muy amistosa acerca de todos esos años en el que había estado en el poder, todos esos años en los que se aprovechó de todo el dinero de su clase, todos esos años en los que abasteció de empleos públicos a cualquiera que lo siguiera. Él iba a ser el famoso miembro de la Liga patriótica que tuvo una conversación privada con el anciano de Yrigoyen en su celda de la cárcel, el ser que estuvo más cerca del Peludo después de que haya caído lo más bajo posible. Y sobre todo, él iba a formularle a Yrigoyen el reclamo que su padre no pudo hacer cuando Dios decidió llevárselo antes.
Pensando en estas cosas, Ignacio cepeda finalmente llegó a la celda del ex presidente. Yrigoyen levantó la cabeza, y cuando lo vio se paró de su cama para ponerse frente a su visita.
Yrigoyen: ¿quién eres tú, joven? ¿Qué haces aquí? Definitivamente no eres un preso de este lugar.
Ignacio: Dios mío, sabía que la cárcel deteriora a cualquiera, pero nunca me imaginé semejante situación, señor. Le diré así sólo por el respeto que cualquier persona comprometida con su país le tiene a un ex presidente, pero sepa que si fuera por mí usted no sería nadie en este momento. Debería decir que lamento su situación, pero la verdad es que no lo hago. Ni un poquito. Bueno, no me voy a ir por las ramas, porque si empiezo a decir por qué lo detesto no acabaría nunca. Vengo aquí porque quiero hablar con usted. Quiero ser el primero de la Liga Patriótica que tuvo contacto con usted desde que mi querido Uriburu tomó el poder del país. Quiero vender mi conversación con usted a todos los diarios, y quiero que hablemos de todos sus gobiernos, de todos los años en los que los conservadores se vieron afectados por su conducta.¿Recuerda a mi padre, señor? Antonio Cepeda, un miembro de la sociedad rural.
Yrigoyen: lamento decirle que no, joven. No sé quién es.
Ignacio: estoy seguro que mantuvieron algunas peleas privadas, señor, haga un poco de memoria. La cuestión es que usted y su estúpida política de ganarse votos con empleos públicos le costaron mucho dinero. Y cuando se dio cuenta de que el dinero del estado no era suficiente para pagar todos esos trabajos, usted quiso crear un impuesto a los ingresos personales, aunque por suerte el congreso lo pudo frenar, ya que de lo contrario nuestra clase le hubiera seguido pagando a usted sólo para que usted pueda repartir empleos públicos con ese dinero así se ganaba el voto del pueblo. Y ni hablemos de esa política que tuvo de ir en contra de todo lo que los conservadores planteamos, inclusive ir en contra de nuestras opiniones frente a la creciente participación de Estados Unidos en nuestra economía...pero bueno, de eso no vengo a hablarle hoy.
Yrigoyen: lamento decirte que no concuerdo con ese comentario de la economía. No sé si lo recuerdas, joven, pero en 1929 yo firmé un acuerdo comercial con Gran Bretaña con el objetivo de fortalecer nuestra relación. En este acuerdo, decidimos que Gran Bretaña invertiría en ferrocarriles y nuestro país le vendería carne. Sin embargo, entiendo cuando dices que Estados Unidos participaba muy activamente en nuestra economía. Este país nos vendía maquinaria, autos, camiones, neumáticos, e incluso instaló empresas en nuestro país. Y a pesar de que nos trajo todo esto, era una relación muy deficitaria porque nosotros no podíamos colocar ninguno de nuestros productos en el mercado estadounidense, y eso nos traía problemas. Por eso intenté mejorar las relaciones con Gran Bretaña, pero era muy difícil por la crisis y el poco apoyo que tenía. Comunícales a los de tu clase que hice todo lo posible por mejorar la situación de Argentina frente a estos dos países, pero la crisis no fue de mucha ayuda para cumplir mi objetivo.
Ignacio: La verdad es que no sé si comunicaré eso, no quisiera que ahora mi partido empiece ahora sentir pena por usted. Me lo pensaré.
Yrigoyen: sabía que era difícil que lo comunicara, pero tenía que aprovechar la chance. Disculpe mi interrupción, continúe con lo que tenía para decirme antes de que saque a luz el tema de la economía. Su fuerte odio hacia mí me da mucha intriga.
Yrigoyen lo miró, desafiante, pero Ignacio no prestó atención.
Ignacio: Lo primero que voy a hacer, señor, es rescatar lo único que yo considero que hizo bien en sus gobiernos, y voy a decir esto primero porque si quiero que usted se abra un poco a mí sobre cuestiones que no le van a resultar placenteras, considero que tenemos que empezar por lo bueno, ¿no? Le voy a decir lo que apoyé desde el principio, lo único por lo que a mi parecer hace que usted se merezca una felicitación, y eso es su actitud y su posición durante la semana trágica. ¿Recuerda ese suceso, señor? Fue hace once años. Usted en esa semana tuvo muchos conflictos para controlar a sus queridos trabajadores, en especial a todos esos socialistas y judíos que inundaban las calles. Entonces, usted decidió dejar a mi grupo actuar, y ahí fue donde por primera vez actuó mi queridísima Liga Patriótica de la mano de las fuerzas de su poder: la policía y los militares. Esto, debo decir, se lo debemos todo a usted. Si no hubiera sido porque usted nos dejó reprimir a los protestantes, nosotros no seríamos lo que somos hoy, y por eso más que nada creo que se merece una felicitación, y además porque a decir verdad usted manejó esas represiones de manera ideal. Aunque sospecho que luego no le debe haber resultado tan bien a usted dejarnos actuar, ¿no? Tal vez el ejército y la policía se tomaron su tiempo en reprimir a diferencia de nosotros, pero debo decir que no cualquiera hubiera tenido las agallas para manejar semejante protesta como lo hizo usted, y además me pareció una actitud muy importante porque finalmente le hizo darse cuenta a usted de los problemas que puede traer confiar y negociar con el pueblo, especialmente en esas épocas llenas de revolucionarios. Aunque, por supuesto, le costó un poco entender este concepto, ¿recuerda la protesta en Santa Cruz? Tuvimos que ser bastante insistentes para que usted finalmente decidiera reprimir primero...en fin, su posición y actitud en la semana trágica es lo único bueno que rescato de sus años en el poder, lo único que hace que hoy lo esté tratando con respeto. Y que quede claro que es lo único que rescato. ¿Tiene algo que decir del tema, señor?
Yrigoyen lo observó seriamente, meditando sus futuras palabras.
Yrigoyen: no mucho, la verdad. Simplemente que si con esas palabras con las que intenta hacerme recordar ese suceso que vivimos juntos son las palabras con las que usted quiere que yo me abra, lamento decirle que no lo va a lograr. Menos aún con sus felicitaciones y alabanzas, porque lamento decirle que esas cosas no me gustan. Sólo hablé de economía porque quería que usted comparta lo que me pasó con los de su clase, pero no crea por un segundo que eso me iba a hacer dispuesto a hablar. Así que, si lo que usted esperaba era una especie de entrevista, joven, le recomiendo que se retire de esta isla ahora, porque no va a pasar.
Ignacio: de eso no tiene que preocuparse, señor. Yo ya sabía que usted no sería un huevo fácil de romper, así que por mí no se preocupe. Sólo voy a contentarme con ser yo el que hace la mayoría de la conversación, no voy a esperar mucha respuesta de usted.
Después de su comentario, Yrigoyen se sentó nuevamente, cansado de estar parado. Ignacio se mantuvo erguido como en toda la conversación, pero ésta vez, su cara se modificó: estaba tenso, como si algo le molestara mucho por dentro.
Yrigoyen: ¿qué te sucede, joven?
Después de una pequeña pausa, Ignacio decidió responder.
Ignacio: ¿sabe lo que me sucede, señor? Tengo tanto odio acumulado hacia usted.Mi padre murió hace unos meses, y lo único que le preocupó en sus últimos momentos de vida fue usted y todo su gobierno que fue completamente desfavorecedor de mi clase. Al principio, él tuvo esperanza en usted, pero por supuesto, usted lo tuvo que defraudar. Él estaba molesto con usted por algo, él tenía un reclamo importante que hacerle. Lo discutió con un gran amigo suyo, Alvear, compañero de partido con usted, pero nunca pudo decírselo a quien verdaderamente quería. Y eso es justamente lo que le vengo a decir hoy, más que nada, es decir lo que él no pudo por su muerte. Como dije antes, a pesar de que él por cuestiones de sangre era un miembro de la Elite, y por ende fiel seguidor del Partido Autonomista Nacional, creyó que fue bueno que en esas elecciones de 1916 hubiera ganado un Radical, porque le traería alguna mejora al pueblo, esas mejoras que el PAN no pudo darle por todo el fraude y la corrupción que manejaba. Le pareció bueno porque últimamente el PAN venía teniendo dificultades con el pueblo, así que le pareció bien que el partido de su amigo Alvear ganara, Aunque no fuera exactamente Alvear el elegido en esas elecciones de 1916. Él verdaderamente creyó que usted cumpliría su promesa de terminar con el fraude, aunque por supuesto que no podía apoyar esto porque sería ir en contra de sus creencias. Por primera vez en mucho tiempo, el pueblo tuvo fe en el presidente elegido, tuvo fe en que este presidente sería el que instalaría la democracia como Dios manda. ¿Pero sabe una cosa, señor? Usted siempre se creyó mejor que los conservadores, siempre creyó que peor raza que la nuestra no podía haber para el pueblo argentino. Aunque la realidad es distinta, señor. Usted no es mejor que nosotros ni en lo más mínimo, porque usted hizo una promesa, y no la cumplió. Nosotros ni siquiera nos atrevimos a prometer algo que sabíamos que no cumpliríamos, pero usted tuvo las agallas de creerse mejor que nosotros y prometió una mentira. Convenció a todo el país que sería el salvador de la democracia, el que terminaría con todo lo malo de nuestro gobierno, pero no lo cumplió, ni siquiera se atrevía a reprimir al pueblo cuando era necesario, como lo hacíamos nosotros. Apuesto a que usted se creyó muy democrático con sus actitudes frente al Congreso, ¿no? Con esa actitud que tenía de hacer todo por el pueblo y por su amada democracia, sin importar qué institución tenía que pasar por arriba. ¿No le pareció un poco contradictoria su justificación? A mí me resulta de lo más contradictoria. Usted pretendía instalar una democracia pura sin ningún tipo de fraude, pero pretendía lograrlo no teniendo en cuenta al poder Legislativo. ¿A qué clase de loco de remate se le ocurre apoyar a una democracia cuando en realidad estaba tomando actitudes autoritarias? Usted ignoró completamente al congreso, lo degradó hasta más no poder al no presentarse a su interpelación parlamentaria y al no realizar el discurso de inicio de las sesiones. Y ni hablemos de todas esas intervenciones provinciales que hizo, ninguna con el apoyo del parlamento. ¿De veras pensó que le quedarían muchos años en el poder con ese tipo de actitudes frente a una de las instituciones más importantes del país? No se puede eliminar el fraude y la corrupción si no se respetan las cuestiones básicas de una democracia.
Yrigoyen: ¿cree que no sé eso ahora? No creo que mis actitudes frente al Congreso hayan sido las mejores, pero en ese momento no me importó. No puedo dar muchas explicaciones, la verdad es que en ese entonces me pareció que frente a situaciones desesperadas se deben tomar medidas desesperadas. No te puedo dar muchas respuestas nuevas, simplemente sucedió. No le voy a mentir: por mucho tiempo vi al Congreso más como un enemigo que como un aliado, simplemente porque estaba muy influenciado por el partido conservador.
Ignacio: si usted va a justificarse diciendo eso, entonces creo que yo también me puedo justificar como a mí me parezca. De alguna forma nuestras medidas también fueron desesperadas frente a una situación desesperada, ¿sabe? Hablo de las medidas que el Partido Conservador y los militares tomaron hace exactamente dos meses. La verdad es que no teníamos intención de llegar a ese punto extremo, pero la situación nos empujó a hacerlo. Nosotros veníamos muy preparados para las elecciones de 1928, le pusimos muchas fichas a ésta. Pero nos guardamos algunas fichitas, señor, en caso de que las cosas no salieran como planeado. Si lo que se pregunta es hace cuanto que teníamos las cosas planeadas, la respuesta es esa. Ya estábamos pensando en el golpe de estado desde antes de esas elecciones, aunque sospecho que usted ya se imaginaba que algo así iba a pasar; creo que por eso no se resistió ni en lo más mínimo ese día. Lo planificamos todo con tanto cuidado...aunque obviamente que al ser tantos hubo distintas opiniones sobre cómo llevarlo a cabo y qué hacer después. ¡Recuerdo que en esa época era tan feliz! Sentía cómo el poder de mi partido crecía gracias a los militares, y por primera vez en mucho tiempo vi a mi padre con ganas de hacer algo por su partido. Estoy tan agradecido de que por fin haya sucedido, créame. Lo venía esperando desde hacía mucho. Sin embargo, me dio algo de bronca que haya ganado esas elecciones, señor. ¡No podía entender cómo había conseguido la mayoría de los votos, y sin ningún tipo de fraude! A veces le juro que me sorprende la mentalidad del pueblo, siempre volviendo a lo que fue bueno para ellos, sin tener en cuenta al resto de las clases...en fin, sepa que su amado país ya estuvo conspirando en contra suyo desde antes que su segundo período como presidente comenzara.
Después de esa pequeña confesión de Cepeda, Yrigoyen bajó la cabeza, sintiéndose completamente derrotado. En el fondo siempre supo que los conservadores venían pensando en ese golpe desde hacía mucho...aunque nunca había tenido una confesión de eso. Le dolía pensar en cómo había terminado su relación con una parte de su pueblo, y se sentía traicionado. En el fondo siempre lo supo, pero al escuchar la verdad terminó de deprimirse.
Por un rato, los dos estuvieron en profundo silencio, pensando en todo. Ignacio pensó que decirle todo lo que pensaba a Yrigoyen le haría sentir mejor por lo de su padre, pensó que estaría satisfecho por haberle dicho todo lo que su papá no pudo decir. Pero la verdad es que estaba muy lejos de sentirse bien; tenía ganas de llorar. Sin embargo, no pensaba dejar que el Peludo lo viera en semejante estado, ni por casualidad.
Ignacio: lamento decirle que no le queda mucho más tiempo a nuestra conversación, señor. El barco que me llevará de nuevo a casa sale en media hora, y tengo como veinte minutos para salir del recinto, así que ésta es nuestra despedida. Antes de irme quiero hacerle un pedido, señor. Quiero pedirle que si algún día sale de aquí con las fuerzas necesarias para pelear, por favor no lo haga. Acéptelo, señor, la época de los radicales se ha terminado. Ahora volvió a ser el tiempo de los conservadores, de la elite. El pueblo ya consiguió lo que quería y nosotros nos hartamos de ser ignorados y poco respetados. Ahora es momento de que los saben de poder tomen las decisiones importantes por el país. Sólo eso le pido, señor. Abandone sus ganas de pelear, abandone sus ganas de seguir siendo un líder para la UCR. Su viejo partido está en manos de Alvear, señor, está en manos de alguien que sabe que la época radical necesita un descanso, y por eso él decidió refugiarse en la abstención electoral. No pelee más.
Yrigoyen volvió a levantar su cabeza.
Yrigoyen: sabes que no puedo prometerte eso, hijo, no cuando me pasé muchos años de mi vida peleando por los trabajadores de mi país. Lamento no poder cumplir con tu pedido, y lamento haber perjudicado a tu clase al enfocarme tanto en mi misión y en el pueblo. Sé que estoy viejo y que perdí muchas cosas, perono perdí mi fe y mi amor por la democracia, y no las perderé mientras siga con vida. Aún tengo fieles seguidores que creen lo mismo que yo; así como existen conservadores de derecha, existen radicales  yrigoyenistas que no pienso defraudar. Sé que me gané muchos enemigos con mis actitudes, pero si algo sé de tener enemigos es que dejar de pelear contra ellos no es una opción. Si llego a salir de aquí con la energía suficiente para seguir peleando por lo que creo, ten por seguro que lo haré. No voy a prometerte algo que no tengo intención de cumplir, no cometeré ese error por segunda vez.
Ignacio lo miró fijamente, meditando sus palabras y luego comenzó a caminar hacia la salida del pasillo, sin mirar atrás y sin despedirse.
Yrigoyen: ¿aunque sabes una cosa, Ignacio? Sí recuerdo a tu padre.
El joven se dio la vuelta y lo miró. El viejo estaba llorando; no hacía ningún sonido, sólo le caían unas lágrimas. Ignacio decidió romper su promesa de ser fuerte y finalmente derramó una lágrima frente al anciano, un segundo antes de seguir caminando hacia la salida.


sábado, 27 de mayo de 2017

¿Globalización? ¿Homogeneizacion?

De centros y periferias (El siguiente artículo es un extracto de un trabajo de investigación: EL GRITO DE LOS ESTUDIANTES, LAS CALLES SON DEL PUEBLO. Análisis de las manifestaciones estudiantiles mexicanas entre 1960 y 1968 de Reynaldo Díaz País (2015)

El siglo XX ha demostrado de manera veloz las contrariedades de la humanidad, las dos caras de la misma moneda. Ha sido un siglo para demostrar los grandes avances políticos, técnicos y culturales pero también para las grandes desigualdades e injusticias del ser humano. Las contradicciones de la humanidad son, en definitiva, las mismas contradicciones que circundan día a día al individuo. Como expresaría Joseph Déjacque en 1858, tal vez el mejor acercamiento que se puede realizar desde una disciplina social como la Historia es analizando la realidad a través de la reflexión personal; sin dejar de lado las pasiones que revelan lo más oculto del ser. En este marco de contradicciones se formularon grandes polarizaciones ideológicas, económicas y sociales.
He leído poco, observado más, mediado mucho. Estoy, creo, a pesar de mi ignorancia, en uno de los medios más favorables para resumir las necesidades de la humanidad. Tengo todas las pasiones, aunque no pueda satisfacerlas, la del amor y la del odio, la pasión del lujo llevado al extremo y la de la extrema sencillez. Comprendo todos los apetitos, los del corazón y los del vientre (…) He observado, por el agujero de la cerradura, la vida privada del opulento; conozco sus aparatos de calefacción y sus valores suntuosos y conozco también, por experiencia, el frío y la miseria. Tengo mil caprichos y ningún goce. Soy capaz de cometer algunas veces lo que la jerigonza de los civilizados deshonra con el nombre de virtud, y más a menudo aún lo que honra con el nombre de crimen. (…) No tengo más que un rostro, pero ese rostro es móvil como el movimiento de la ola al soplo más leve, pasa de una expresión a otra, de la calma a la tempestad, de la cólera a la ternura. De ahí que, diversamente apasionado, espero tratar con alguna posibilidad, de éxito sobre la Sociedad humana, visto que, para tratar bien de ella, se requiere tanto el conocimiento de las pasiones propias como el de las pasiones ajenas.
Déjacque, Jospeh en Utopías Antiguas y Modernas de Angel Cappelletti (2012).
Para Eric Hobsbawm, una de las características primordiales del corto siglo XX  —originalmente una idea de Ivan Berend utilizada por Hobsbawm para explicar el proceso económico y socio-cultural entre los años 1914 y 1991— es sin duda la polarización del mundo en dos grandes hegemonías emergentes en dicha época. A diferencia del marco mundial que desde el siglo XVI hasta el siglo XIX predominó dando un lugar hegemónico a Europa Occidental, por primera vez aparecían como alternativa dos modelos opuestos. La órbita del capitalismo y las ideas liberales ya no se centrarían en los modelos ingleses y franceses sino en el estadounidense, que había logrado demostrar, desde su unificación nacional en 1865, un crecimiento industrial y económico constante. Por otro lado, en 1917 aparecía el primer estado socialista, comprobando que se podía acabar con un régimen para pasar a otro en poco tiempo. Obviamente, los partidos revolucionarios socialistas y anarquistas ya existían desde hacía tiempo en todo el mundo (incluso en Estados Unidos), pero la Revolución Rusa logró ser tan impactante como la Revolución Francesa de 1789. Tal vez, su impacto se deba a dos razones: la cercanía geográfica del hecho con respecto a Europa Occidental y el método no ortodoxo del mismo. Rusia no solo era uno de los últimos bastiones del absolutismo monárquico sino que también conglomeraba un extenso y difícil territorio, con una mayoría campesina y apenas una incipiente burguesía–proletariado industrial. La teoría marxista fue aplicable, pero no como lo había profetizado Karl Marx.
De esta forma, para los años cincuenta se perfilan, casi indiscutiblemente, ambos fenómenos como las dos potencias mundiales. Se marca así, hasta 1991, un mundo bipolar donde no solo se ponen en duda dos modelos ideológicos sino también distintos posicionamientos geopolíticos mundiales. Desde ya que siempre que surja una potencia mundial o regional existirán, paralelamente, regiones subordinadas a ella. Sin embargo, es interesante destacar que ésta particularidad del siglo XX fue, justamente, iniciada en y por el siglo XX. A diferencia de contextos históricos anteriores, el desarrollo del mundo bipolar a través de dos propuestas discursivas tan distintas no contradice la globalización única de un sistema capitalista. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética se propusieron, en su contienda ideológica, conquistar nuevos mercados.
La existencia de una potencia soviética no significó que el mundo dejara de regirse por la economía capitalista. Si bien es claro que la Unión Soviética intentó generar adherencia a su propuesta, no logró cambiar el mecanismo de negociaciones e intercambio de bienes fuera de su propio territorio (exceptuando algunos aislados casos). Este sistema capitalista mundial hace que el mundo moderno esté compuesto “por sociedades que se relacionan entre sí pero qué, a su vez, son profundamente desiguales”. Es por ello que Samir Amin contrapone el concepto globalización al concepto de homogeneización, ya que la expansión capitalista no busca establecer igualdad de condiciones comerciales y productivas para todas las sociedades implicadas sino profundizar las desigualdades existentes con el fin de mantener la hegemonía dominante.
No es necesario ser economista para saber que nuestro mundo se compone de países “desarrollados” y de países “subdesarrollados” que a su vez incluyen países que se proclaman “socialistas” y otros que habrá que llamar por su nombre, “capitalistas”; que unos y otros están integrados, si bien en grados diferentes, en una red mundial de relaciones comerciales, financieras y otro tipo, que nos impiden concebir a cada una de estas naciones aisladamente, es decir haciendo abstracción de esas relaciones, como podría hacerse si se tratara del Imperio Romano y de China Imperial de la época en que se ignoraban mutuamente.
Samir Amin, La acumulación a escala mundial (1970) en Roffinelli, Gabriela. La teoría del sistema capitalista mundial. Una aproximación al pensamiento de Samir Amin (2005)
Aunque Antonio Gramsci analiza la relación de la clase dominante con las clases subalternas en función del rol del Estado, podemos utilizar su esquema teórico y ampliarlo a la situación mundial. Según este autor, el concepto de hegemonía está estrechamente relacionado con la formación de alianzas (a favor de movilizar a las masas con demandas similares hacia un cambio radical o a favor de la perpetuación de una alianza dominante relacionada con el monopolio de la fuerza). Gracias a este sistema de alianzas, o de la pasividad de algunos grupos, se puede consolidar una hegemonía a través del tiempo. Para ello, el grupo hegemónico tiene que lograr cierto consenso social sobre un sistema de ideas —como el nacionalismo o la religión, entre otros— a fin de sostener y reproducir su discurso.
Ahora bien, entendiendo el desarrollo industrial por sustitución de importaciones que algunos países de la periferia comenzaron a lograr a partir de 1930, podemos comprender la importancia que el liberalismo tiene en el mundo. Desde ya que, durante la Primera Guerra Mundial, comenzó a evidenciarse la crisis del capitalismo ortodoxo, profundizada gravemente por la crisis de Wall Street en 1929. La mayoría de los países de la periferia apostaron entonces a la teoría keynesiana del Estado Benefactor. Económicamente, esta permite el crecimiento y el desarrollo industrial, pero culturalmente fortalece la hegemonía del liberalismo. Junto con la persecución estatal a los movimientos de izquierda, se reforzó así la idea de que el capitalismo es el camino correcto.

Por ello, Estados Unidos logró perfilarse, hacia 1945, como una de las potencias mundiales; su participación en las dos grandes guerras mundiales sin sufrir daños colaterales y su desarrollo de la industria armamentística junto con la automotríz se lo permitieron (aquel industrialismo era promovido en el territorio desde los tiempos del colonialismo inglés). Las economías regionales de Latinoamérica, cuyos gobiernos veían en el gobierno estadounidense el camino a seguir, se subordinaron tanto culturalmente como económicamente a Estados Unidos, permitiéndole así reforzar su hegemonía local. Aunque éste último estaba más preocupado en recomponer la economía de Europa tras la guerra (a través del Plan Marshall de 1948, plan de ayuda económica para reconstruir la economía y las industrias europeas), su relación con los países latinoamericanos se profundizaron con las decisiones geopolíticas llevadas a cabo.

viernes, 19 de mayo de 2017

Mano a mano III

Ver consigna del 16 de agosto de 2013 (en este caso, el trabajo fue domiciliario)

Ejemplo realizado por Lucas Martin, 5to. H, Colegio Santa Teresa, 2017.


Hay pocos argentinos que merecen el cielo

Cinco de enero de 1939, el alma de Lisandro de la Torre finalmente se desprende de su cuerpo y pasa al otro lado luego de su suicidio. Al llegar a las puertas del cielo argentino, distingue la característica imagen de un lugar muy conocido, la mismísima ciudad de Buenos Aires. “Así que el cielo existe… y es la capital económica del país” el recientemente muerto le exclama al ángel que lo recibe. “Bueno, nada más para los argentinos, el cielo tiene reglas extrañas ¿sabe?” el ángel le respondió. El ángel poseía una voz un tanto profunda,  tenía una postura encorvada, estaba vestido con un traje negro, traía guantes blancos y llevaba un sombrero de copa negro que hacía que un velo negro caiga de este, tapando totalmente su cara, creando una misteriosa imagen del mismo. “Antes de entrar al cielo – le aclaró el portero – debes pasar por una encuesta en la que te voy a plantear algunas preguntas, ¿le gustaría tomar algo mientras lo hacemos?” el ángel le dijo a De La Torre. “No me molestaría tomar algo” le respondió. De la nada, el ángel hizo surgir repentinamente dos sillas y una mesa, que arriba de la cual había dos tazas y una tetera llena de té. “¿Un tanto inglés no le parece?” le preguntó al portero “Al menos es inglés, detestaría solo poder invocar brebajes norteamericanos. Pero si, esto es bastante inglés en realidad. Preferiría un mate pero por alguna razón no tengo el poder para hacer aparecer uno. Es cómico, ¿sabe que en los mates solían poner la cara de un presidente? Creo que pensaban que era algún tipo de salvador o algo por el estilo, hasta un ángel. De alguna manera u otra, me halaga” respondió. “¿Cómo dice?” preguntó el ex senador, confundido por lo anteriormente dicho. “Nada, nada, olvídelo”. Pasada la introducción, el ángel prosiguió a servirle té al recién llegado, sacándose uno de los dos guantes que traía puestos para agarrar la tetera, mostrando así su mano derecha,  cual era sorpresivamente peluda. “Perdone por la mala presentación – dijo el portero – siempre tuve la popularidad de ser una tanto ‘peludo’ cuando seguía vivo”. Este comentario le despertó una incertidumbre a Lisandro, quien empezó a pensar que conocía a alguien que le apodaban de esa manera. Alguien muy importante. De todos modos, decidió no decir nada. Pensar que era ateo y que el ángel probablemente sabía eso, junto a decirle que pensaba que ya lo conocía podría ser considerado una falta de respeto. Además, Lisandro había pasado por una Argentina corrupta y no podía poner en riesgo la oportunidad de pasar a un lugar mejor ahora que la tenía.
Luego de dos tazas de té, el ángel comenzó a hablar nuevamente. “Verá, esto es muy sencillo. Le voy a hacer algunas preguntas sobre lo que usted paso mientras estaba vivo, más específicamente sobre su vida política y sus opiniones”.  A Lisandro le pareció extremadamente específico y realmente no sabía las verdaderas intenciones del ángel, por eso dijo “Sin faltarle el respeto, ¿Qué tiene que ver esto con mi entrada al cielo?”. “Todo tiene un propósito que podrá entender en un futuro. No se preocupe, no tengo ningún tipo de malos motivos, tan solo quiero escuchar su opinión sobre lo que piensa de lo que pasó políticamente en el país. Usted ha pasado por diferentes épocas y algunas de ellas fueron muy oscuras” contestó. “Lastimeramente, he visto tanta mentira y tanta corrupción que ha llegado hasta el punto en donde uno no sabe quién no robó dentro del gobierno” exclamó el ex senador de Santa Fe. “Créame, sé lo que se siente. Yo también he visto fraude, lo detesto tanto. Por suerte algunos han logrado combatirlo de la manera más humana posible” dijo el ángel. “Han llegado muy alto y han sido muy reconocidos los que fueron los luchadores de la democracia” dijo el santafesino. “Eso creo. En mi parecer, usted ha ayudado bastante, se lo reconocemos desde aquí inclusive. Pero obviamente no fue el único ¿acaso recuerda al ex presidente de la República Argentina Hipólito Yrigoyen?” replicó el portero. “¡Cómo no recordarlo! – Exclamó de manera alegre – ese hombre sí que fue un guerrero democrático. Si tan solo estuviera aquí lo felicitaría por todo lo que hizo por tratar de sacar el fraude de nuestro sistema de una vez por todas. De hecho, recuerdo una reforma en particular por la cual me encantaría darle un gran reconocimiento, la reforma universitaria del 18’. Tan solo pensar que un presidente esté dispuesto a cambiar algo fraudulento por algo democrático en todos los ámbitos posibles es fascinante”. “Veo que usted admira a Yrigoyen en su totalidad” comentó el ángel. “Bueno, su trabajo fue magnífico en algunas áreas. Pero debo contradecirlo en eso. No admiro todo lo que hizo el ex presidente, aunque todos poseemos una imagen de él como la personificación de la democracia pura, esta no es verdad” repuso De La Torre. “¿Cómo dice?” inquirió el ángel, de alguna manera medio indignado por lo que acababa de decir De La Torre. “En mi opinión, Yrigoyen fue demasiado personalista. Se creía demasiado, tenía la visión de su cara como el restaurador de la democracia a toda costa cuando en realidad hubo sucesos y actitudes de su parte que dicen lo contrario. Pero no puedo culparlo totalmente por creer que era alguna especie de dios. Honestamente, si yo hubiese tenido a millones de ciudadanos profetizando sobre que yo era un ángel (miró de reojo a su acompañante), colocando mi rostro tanto en mercancías como en las paredes de las calles y repitiendo todo lo que uno dice como si fuera un ser todopoderoso, también pensaría de mí mismo como lo que el pueblo diría. No puedo negar que me sentiría mucho más que un ‘simple’ presidente” explicó Lisandro. “Ya veo… ¿Me podría contar sobre lo que mencionó de las actitudes no democráticas de Hipólito?” preguntó la figura angelical. “A decir verdad, no es solo una. Pero lo que más me repugnó de su mandato fue cuando dejó que esa Liga ‘Patriótica’ azote a los pobres trabajadores en esa semana de 1919. Eso fue totalmente antidemocrático de su parte, yo me pregunto ¿Para qué reprimir a los proles cuando uno puede negociar con ellos? Además, no estaban haciendo huelgas por nada, las estaban haciendo para mejorar sus derechos como trabajadores. El hecho de tan solo imaginarse que un presidente deje que una liga un tanto afiliada al partido opuesto, el partido más fraudulento y corrupto que jamás regió al país pueda reprimir a la clase que más necesita de los beneficios que pedían y luego que el mismo presidente se haga llamarse democrático me indigna” tronó. “Bueno, uno debe solucionar de alguna manera ese tipo de problemas” vaciló el ángel, como si hubiese sido su propio accionar dejar la represión. “No he terminado ahí, – declaró De La Torre – no solo no contó en un principio la posibilidad de negociación con los sindicatos, sino que además ignoró por completo la autoridad del congreso. No sé si usted sabe, pero eso mismo hombre envió no una, ni dos, ni cinco, sino ¡diecinueve! intervenciones federales sin la autorización de la cámara legislativa. ¿Ysabe cuánto le importó esa autoridad? Nada. Absolutamente nada de nada” terminó De La Torre, ya con un tono de indignación, furia y autoridad. El ángel no sabía cómo seguir con la conversación. Notaba el enojo que tenía Lisandro De La Torre, así que para tranquilizar las cosas decidió servirle a los dos otra taza de té. “Lo siento,  - dijo ya mucho más tranquilo el ex sanador santafesino – me deje llevar demasiado”. “No importa – respondió el portero, ahora feliz por volver a una tonalidad un tanto más calma – cuénteme señor De La Torre (era la primera vez que lo nombraba de tal manera, seguro por algún tipo de capacitación personal por la manera de que Lisandro dijo lo que dijo), ¿tiene algún pedido o incluso un mensaje que enviarle a Yrigoyen? Digo esto debido a que él está aquí mismo (por algún motivo, la cabeza del ángel hizo un gesto extraño, como si estuviera indicando algo. De La Torre se percató que había acabado de guiñar un ojo, lo sabía aunque no podía ver a través del velo el rostro del portero) y si usted desea, le puedo enviar el mensaje de inmediato, incluso sin moverme de esta misma silla” dijo el ángel, un tanto emocionado y atento por la futura respuesta de su acompañante. “Por supuesto, me encantaría enviarle un mensaje. ¿Acaso debo escribirlo?” De La Torre indagó. “No, con tan solo decírmelo será escuchado por él, así funcionan las cosas en el cielo” respondió el ángel. “Veamos, ¿Qué le podría pedir al ex presidente Yrigoyen?” Lisandro se preguntó. Levantó la mirada para ver fijamente el velo del ángel, el cual no permitía divisar ninguna faceta de su rostro, seguía pensando que aquel tendría alguna especie de conexión con alguien de su vida anterior. Parecía como si lo tuviera en la punta de su lengua (bueno, de su memoria o cerebro, en este caso), pero seguía sin querer decir nada sobre el asunto. “Me encantaría recordarle algún suceso que hayamos compartido, aunque realmente tan solo me puedo limitar a recordar cuando estuvimos en la Unión Cívica Radical. Si, de hecho recuerdo bien un suceso un tanto vergonzoso que ocurrió cuando anuncie mi salida del partido. Creo que fue en septiembre, no, en noviembre del 1896, traté de aliarnos con los seguidores de Mitre para derrotar a Roca en las elecciones, pero él decidió oponerse a esta idea ¡y quién hubiera imaginado que haría ese hombre cuando presentara mi salida! Verá, no solo negó mi propuesta, sino que también me retó a un duelo. ¡Un duelo! ¿Quién se lo imaginaría verdad? ¡Qué loca idea!” Este recuerdo no solo le dio un aire de nostalgia a Lisandro (no una muy emocionante, como la primera vez que escuchó el nombre de Hipólito), sino que volvió a despertar alguna idea (¿o recuerdo?) en la cabeza del ángel, quien esta vez no mostró ninguna expresión de ello como las otras veces. “Sé que estábamos con el mensaje, pero ¿sería tan amable de recordarme cual fue el resultado de ese duelo? Es que es importante tener ese tipo de información para determinar a qué…”. El ángel se pausó por un momento, pero no fue para recordar que determinaba el resultado de la pelea, sino para inventar una excusa así podría escuchar como su acompañante pintaba el duelo. Lisandro cayó en la conclusión que el ángel estaba tramando algo así que esta vez, sin recordar su norma personal de no cuestionar lo que le decía la entidad celestial ya que él no había creído en el cielo antes de su muerte (o tal vez no le importó en lo más absoluto, tan solo quizás), decidió soltar una interrogante al ver que la tardanza del ángel fue de más de 10 segundos. “¿Determinar a qué?” preguntó. Esto hizo que el portero vuelva a su cabeza nuevamente, habiendo estado perdido en sus pensamientos por un buen tiempo  - 10 segundos para ser específicos -, sin tener realmente una respuesta sólida a su pasado veredicto, se redujo a comentar “Perdóneme por haber estado en la nada por un tiempo, me solían decir que estaba un poco viejo y hasta incapaz durante mis últimos años en la tierra. Por lo de la determinación, lo verá cuando esté allí mismo, Lisandro”. La pronunciación del nombre del ex senador fue un tanto ‘pícara’ por decirlo de alguna manera, como si el mismo ángel ya supiera el resultado de la batida y nada más quisiera que De La Torre diga cómo le fue en dicha pelea. Pero Lisandro De La Torre no era un hombre estúpido y se percató rápidamente de que ese mismo ángel era alguien que ya había visto en el pasado. Y ahora sabía muy bien quien era. De todas maneras, optó por no revelar su conocimiento sobre la identidad del ángel y decidió continuar como si no hubiese descubierto nada. Eso sí, narró el duelo exactamente como lo recordaba, aunque a su manera y punto de vista. “Bueno, él me dio para elegir las armas, así que decidí ir por un duelo de esgrima de esos que me gustaban. Lamentablemente no puedo decir que me haya ido muy bien, se podría explicar que perdí el duelo y recibí una cicatriz que oculto debajo de mi barba. Es por eso que sigo luciendo después de tanto tiempo”. El ángel parecía estar riéndose (algo que molestó un poco a Lisandro) y exclamó de manera casi burlona “¡así que perdió el duelo!”. De La Torre se volvió a acomodar en su lugar, reafirmando su posición y respondió en un tono cortante “Técnicamente, yo fui el que salió triunfante”. “Pero me acabo de decir que le dejó una cicatriz” dijo el ángel de manera confusa, ya sin la risa de antes. “Me la dejo, eso no lo niego. Pero mírelo usted de otra manera, no solo logré salir de la Unión como yo quería, sino que también se puede decir que la forma en la que peleó Yrigoyen fue humillante para él mismo por haber apuntado a la cara con el florete, algo totalmente fuera de las reglas o lo podríamos llamar ‘fraudulento’. ¡No me puedo imaginar su cara si escuchara esto! El mismo Yrigoyen llegó a ser fraudulento. ¿Quién podría imaginarlo?”. Después de hacer esas declaraciones, De La Torre levantó nuevamente la mirada, esta vez con una sonrisa pintada de mejilla a mejilla. Sabía que, si ese ángel era quien él pensaba que era, estaría furioso. Y así lo era, el ángel se mostraba tan furioso que decidió permanecer en silencio por un corto rato, para luego servirse otra taza de té, el cual se desparramó por la implacable rapidez en la que el portero se sirvió. “Dios mío, que desastre” se disculpó el servidor. “No pasa nada” siguió el ‘invitado’, quien ya se había decidido por dejar de lanzar frases pasivas-agresivas a su anfitrión. No paró porque sentía algún tipo de pena, solo paró debido a que si lo seguía molestando, le podría hacer descender a los luminosos infiernos y perder su oportunidad de ir a un lugar mejor. Por eso, optó por aclamar un suceso en el cual Yrigoyen le había ganado, de hecho, aplastado. “Habré ganado el duelo – dijo Lisandro con una voz encendida, mucho más animada – pero si hay algo en donde Yrigoyen verdaderamente me humilló fue en las elecciones del 16’, de eso señor sí que no puedo hablar”. El ángel pareció calmarse y hasta ponerse feliz, como si también recordara esas elecciones. “Se puede ver que acepta tanto sus victorias como derrotas, eso es muy bueno” reconoció el portero. “En una vida política, es completamente vital” respondió De La Torre. “Así es, digo, así parece” fue la respuesta del ángel. “Bueno, - prosiguió – ¿le gustaría volver a la petición? Casi se nos agota el tiempo”. “Me parece perfecto – esperó unos segundos, estando pensativo -.  Bueno, como ya me había dicho que hablara y usted se lo haría saber tan solo escuchando, comenzaré ahora mismo. Mi petición es la siguiente: después de haber sido senador por un tiempo, pude ver como es ser ignorado por el poder ejecutivo. Se siente estar en una sensación deplorable, totalmente horrenda y sin sentido alguno. Me encantaría si algún día, si es posible mediante el poder de Dios mismo o los ángeles guardianes del cielo (Lisandro se ocupó de que su selección de palabras fuera perfecta y apropiada), que Yrigoyen pueda mandar un mensaje a sus seguidores radicales habitantes de la tierra, que sé que son muchos, y les diga que para lograr un país totalmente funcional, se debe confiar en el congreso, o al menos darle cierto grado de importancia, no ignorarlo. Tan solo así se podrá llegar a un estado de democracia pura, como el que todos queremos”. Este mensaje pareció haber emocionado al ángel, quien se limitó a responder con una voz un poco llorosa “Sabe, ese Alvear puede no seguir mis ideales al pie de la letra, pero sí que cumplía un magnifico rol gobernando a nuestro amado país”.
Pasaron un tiempo sin decir nada de gran importancia, por no decir que no dijeron nada en absoluto, pasada esa temporalidad, el ángel rompió el silencio primero. “Es hora de la verdad, aunque no espero que todavía no la sepa”. El ángel se sacó el velo, mostrando el tan idolatrado rostro del ex presidente radical, Hipólito Yrigoyen. “¡Así que era usted todo este tiempo!” exclamó con un aire de ironía Lisandro De La Torre. “No diga que no sabía” respondió entre risas Yrigoyen, quien ya había tirado el velo a las nubes que servían como suelo del cielo. “Siempre tenía esa idea, pero no estaba del todo seguro como para afirmarlo en voz alta. En realidad es un gusto saber que está aquí en el paraíso, usted fue uno de los defensores más importantes de la democracia” dijo De La Torre. “Debo reconocer, me hizo abrir los ojos. No fui tan democrático como pretendía ser” respondió el ex presidente, esta vez con cierto aire de tristeza. “No se ponga mal, al menos no fue uno de esos malignos conservadores” aclamó De La Torre, tratando de subirle la moral a Yrigoyen, el cual exclamó entre risas “Tiene que ver dónde están esos fraudulentos, directo de donde nacieron, el mismo infierno”. Los dos soltaron una leve carcajada. “Bueno, ahora que ya no hay más incógnitas – volvió el Santafesino – ¿porque no me da la segunda ronda en el esgrima? Tanto usted como yo sabemos quién fue el ganador en el primer duelo” dando a entender que Yrigoyen le había derrotado. “No cree usted que estamos muy viejos para un duelo juvenil” reiteró Hipólito, lo que hizo que los dos volvieran a soltar una carcajada, esta vez más alta. “Ahora que lo pienso –dijo De La Torre, como si tuviera una idea revolucionaria-, podríamos crear un nuevo partido ¿sabe? Piénselo, el partido demócrata progresista y la Unión Cívica Radical pueden tener sus diferencias, pero al final del día, los dos poseemos un mismo objetivo” “Eliminar el fraude” exclamaron los dos al unísono. “Y si con nuestras fuerzas unidas, y un fuerte esfuerzo para tirar por la ventana nuestras diferencias, nadie podrá detenernos. Ni siquiera el poder más fraudulento de todos” completó la idea Yrigoyen. “Exacto, pero ¿Cómo podremos esparcir estas ideas por el mundo de los vivos?” indagó De La Torre. “No se preocupe, seguramente habrá algo en estas tierras donde las nubes son su suelo el cual nos permita comunicarnos con el otro mundo, tan solo necesitamos a alguien que reciba el mensaje mediante una paloma” resolvió el ex presidente. “¿Pero quién sería así de confiable como para hacerse cargo del mensaje? ¿Quién tendría tanta influencia sobre nuestros seguidores?” pregunto con preocupación De La Torre. Yrigoyen, confiado respondió “Conozco a un tal Marcelo (Torcuato de Alvear) que será la respuesta a nuestro problema”. Así fue como los dos se aventuraron en el cielo e hicieron cálculos para ver cuando el mensaje llegaría a las manos de Alvear. “Si los cálculos no fallan, el mensaje le llegará el 24 de Marzo de 1942, no debería ser un problema para él” dijo Yrigoyen. “Espero que pueda recibirlo. – De La Torre hizo una pausa – Una pregunta Hipólito, si usted sabía desde el principio que era yo ¿Cuál era la utilidad del cuestionario?”. “Uno no lo sabe todo desde el cielo, compañero mío, uno tiene que saber si al que recibe no ha sido corrompido por sus ideales propios, o que tuviese opiniones ocultas sobre la buena democracia. Usted alégrese, porque tiene el acceso al cielo no por su fe, eso realmente no importa, lo que importa es la bondad de una persona. Si es que al final, hay pocas personas puramente bondadosas que les interesa el bien público más que el personal. Si es que al final, hay pocos argentinos que merecen el cielo.