Artículo sobre los 20 años del Zapatismo.
Año Nuevo en Chiapas a veinte años del estallido
Hoy hay fiesta en Oventic. El Año Nuevo se abre paso entre recuerdos,
músicas contestatarias, llamados a la rebeldía y la escandalosa situación en la
que aún viven los indígenas de la región. Combate y pobreza en Chiapas.
Desde
Oventic, Chiapas
La voz de los símbolos se calla en cuanto aparece
la niebla. Espesa y creciente a medida que la ruta de montaña asciende hacia la
comunidad de Oventic, una de las cinco juntas de buen gobierno administradas
por los zapatistas. Estas son tierras rebeldes y muy pobres. Aquí, las palabras
llenas de símbolos y poesía del Subcomandante Marcos no tienen cabida. Esto es
la realidad. Se respira la doble fuerza de la humildad y la dignidad. Hoy hay
fiesta. El año viejo se va en medio de la niebla, la garúa y el frío que cubren
la cancha donde el EZLN, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, organizó la
celebración de los 20 años del levantamiento zapatista, 1994-2014. El Año Nuevo
se abre paso entre recuerdos, músicas contestatarias, llamados a la rebeldía y
la escandalosa situación en la que aún viven los indígenas de la región.
Combate y pobreza. “Los de abajo vamos por los de arriba”, canta una rapera
venida de los Estados Unidos. Un grupo musical del EZLN con el pasamontañas
cubriéndoles el rostro entona corridos zapatistas. No hay tiempo ni espacio
para la nostalgia. La gente se abre paso entre el barro y la niebla. Hay mucho
por hacer, por construir, por resistir.
El EZLN acusa a las autoridades de mantener en pie
una política de guerra, una presión permanente de desgaste cuya meta consiste
en marginarlos en la pobreza y sacarles las tierras que recuperaron en 1994. La
experiencia zapatista tiene varias lecturas. Muchas pueden ser ciertas individualmente,
ninguna abarca la complejidad de un movimiento indígena armado que logró
instalar en el paisaje político un sistema de autogobierno que engloba a cerca
de mil pueblos agrupados en los municipios autónomos. Estas zonas están regidas
con sistemas propios de salud, educación, cultivos agrícolas autosuficientes,
seguridad, distribución de café, artesanías o miel. Una buena parte de las
familias choles, tzeltales, tojolabales o tzotziles no recibe el amparo de los
programas sociales gubernamentales porque no responden del todo a los
reglamentos dictados por las autoridades, entre estos, por ejemplo, el pago de
impuestos por las tierras.
Cierta prensa urbana y occidental saca un balance
injusto de la revolución zapatista. Apuntan hacia el EZLN como un mal gestor de
sus comunidades que implementó una revuelta que dos décadas más tarde es
estéril. Es una mirada muy estrecha de este vasto conflicto. Chiapas es un
modelo en pequeña escala de la arrasadora injusticia del mundo. Hay que vivir o
venir a estas tierras para beber el frío y estrechar la hostilidad del clima,
la dificultad para renovar los cultivos, la mirada siempre profunda y digna de
las comunidades mayas.
“Estamos aprendiendo a gobernarnos de acuerdo a
nuestras formas de pensar y de vivir. Estamos tratando de avanzar, de mejorar y
fortalecer entre todos, a hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos. Como
hace 20 años, dijimos ya basta.” La comandanta Hortensia leyó con vos segura el
comunicado del EZLN. Parada en el centro del escenario, con el rostro cubierto,
la comandanta reiteró que no habría marcha atrás en el proceso de autonomía.
“Existimos y aquí estamos. Hace 20 años no teníamos nada, ningún servicio de
salud y educación que sea de nuestro pueblo. No existía ningún nivel de
autoridad que sea del pueblo. Ahora tenemos nuestros propios gobiernos
autónomos. Bien o mal que se haya hecho, pero es la voluntad del pueblo. (...).
Estamos tratando de mejorar nuestros sistemas de salud, educación y gobierno.
Estamos claros que falta mucho por hacer, pero sabemos que nuestra lucha
avanzará.” Y ahí están esas zonas de autogobierno, perfectibles, dignas,
amenazadas: “Es una verdadera guerra de exterminio. Hay decenas de miles de
soldados que están ocupando las tierras que nos pertenecen. A pesar de tantas
maldades aprendimos a sobrevivir y resistir de manera organizada”, dijo la
comandanta.
Chiapas es una reinvención en movimiento,
descendiente de aquella madrugada del primero de enero de 1994 cuando los
zapatistas ocuparon el Palacio Municipal y lo vaciaron. En el balcón del
municipio apareció el comandante Felipe, un tzotzil que leyó con el rostro
descubierto el primer comunicado del EZLN, la famosa Declaración de la Selva
Lacandona. Aquellas palabras tenían un acento nuevo. Aportaban aire puro a los
ya muy usados discursos revolucionarios. Los zapatistas exigían algo distinto:
“Para todos todo, nada para nosotros”. No hablaban en nombre de Marx, o del
indigenismo puro. Fueron, a su manera increíblemente adelantada, los primeros
indignados de la historia moderna. Por eso sus palabras nos englobaron a todos
con su portavoz como estandarte, el Subcomandante Marcos, el único mestizo de
aquellos tiempos que se sumó a los indígenas. La noche del 31 de diciembre al
1º de enero tomó por sorpresa al presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari.
El mandatario estaba festejando la aplicación del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte. El ministro de Defensa le avisó que un grupo alzado en armas
acababa de tomar San Cristóbal de las Casas y otras localidades de Chiapas.
Salinas mandó al ejército. Los combates duraron cerca de dos semanas. Al cabo
de centenas de muertos, Salinas de Gortari, presionado por su socio
norteamericano, el ex presidente norteamericano Bill Clinton, decretó un alto
el fuego con una oferta de perdón. El Subcomandante Marcos respondió con una
memorable declaración: “¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a
perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De
no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y
abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramos todos los otros
caminos cerrados? ¿De no habernos atenido al Código Penal de Chiapas, el más
absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del
país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes
más empobrecidos? ¿De habernos preparado bien y a conciencia? ¿De haber llevado
fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear
antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritariamente indígenas?
¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar de todas las formas posibles, por
lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no
seguir los patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no
vendernos? ¿De no traicionarnos?”.
El mensaje zapatista recorrió el mundo. Todo esto
se respira en la humedad neblinosa de Oventic, lejos, muy lejos de los análisis
de los intelectuales urbanos que no se asoman a estas alturas ni envueltos en
frazadas, muy lejos de las estadísticas y las cifras que acercan la sospecha de
un fracaso. La resistencia siempre es costosa. El EZLN y los indígenas pagan el
tributo de la autonomía que intentan sellar. Hay errores y los habrá siempre.
“Los zapatistas tenemos que trabajar y organizarnos más. Ya no sólo se trata de
resistir sino organizar la resistencia en todos los niveles. Piensan que con su
estrategia van a calar la estrategia, pero se equivocan. Aquí estamos y aquí
seguiremos”, recordó la comandante Hortensia.
Y aquí estamos en esta medianoche humilde y
grandiosa. Fría y entrañable. El Año Nuevo desviste al anterior. Vendrán nuevas
neblinas. Pero esta voz auténtica, estos rostros y estas manos marcadas por la
dignidad y el trabajo, ya son un tejido más del patrimonio de rebeldía política
de la humanidad.
buen articulo !!!
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