lunes, 3 de febrero de 2014

Una guerra, varias voces.

Dice Guillermo, un chico al que trasladaron el 14 de abril de 1982, junto al resto de su compañia a Río Gallegos y desde allì partiò al dia siguiente rumbo a las Malvinas:

‘Ahora todos dicen que nosotros somos hèroes, pero yo no me siento ningùn héroe. Yo era un soldado conscripto cumpliendo con una obligaciòn. Por supuesto, me tuve que adaptar a Ia situaciòn, y defendì lo mejor que pude a mi país. Entonces yo fui un héroe a la fuerza, obligado por las circunstancias y no creo que eso sea ser un héroe.”

Sobre los problemas del paìs dice: “Me preocupan los problemas que hay. ¿sabés qué es Io que quiero? Que toda Ia unidad que se logrò en el país durante Ia guerra no se pierda. Me gustaría ayudar para que el pueblo argentina siga unido. Allá nosotros sentíamos esa unión de Ia gente, y ahora que estoy de vuelta siento que, por lo menos, aunque perdimos las islas, no sé, podríamos hacer algo, ganar Ia Argentina. Ya que perdimos las islas, podriamos ganar el país.”

       Y sobre el país que le gustaría dice: “Básicamente un país en el que haya buena voluntad entre todos los sectores. Por Io menos Io que nosotros aprendimos allá es que se puede convivir que, además, en los momentos duros es imprescindible convivir. En una situación tan difícil como en Ia que nosotros estábamos pudimos hacerlo. Cuanto más fácil será convivir aqui!.  Yo no digo que tendría que haber una uniformidad, todos pensando igual, pero mayor convivencia.” (de "Los chicos de la guerra" de Daniel Kon)

"Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una nostalgia peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa division, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. 
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil. Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano leyendo el Quijote. 
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen. 
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender."
(Jorge Luis Borges, Juan López y John Ward, "Los conjurados")

 

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