ALGO DETUVO LA ESCUELA
Algo detuvo la escuela.
Algo detuvo la vida tal cual la vivíamos.
Marzo de 2020, a una semana de iniciadas las clases, se
suspenden.
Pandemia, coronavirus, cuarentena: palabras que comienzan
a formar parte de nuestras vidas detenidas.
Estudiantes, docentes y familias estamos transitando algo
novedoso para todos.
Siento que estamos
haciendo de cuenta que “aquí no pasa nada”, que no vamos a la escuela pero que
la escuela “va a casa”. Más o menos lo mismo, que siga siga…
Con las mejores
intenciones, cada escuela brinda la manera de mantenerse en contacto con sus
estudiantes: mails, wasaps, blogs, plataformas varias, clases virtuales vía
zoom (la aplicación del momento) y así al infinito y más allá.
Cada estudiante, con apoyo o no de su familia, hace lo
que puede. Al fin de cuentas, todo es
una cuestión de clases. Y las clases, también.
Los docentes estamos agobiados, eso lo compruebo
diariamente con mis compañeros, en mensajes y llamados haciendo catarsis.
Imagino que también tristes, bah, yo estoy triste. Y no hablo de la tristeza
por las muertes anunciadas como estadísticas diarias en los medios de
comunicación. Esa tristeza nos inunda a todos. Hablo de la tristeza de no poder
estar en el aula con los estudiantes. De enojarme porque uno está paveando, de
preguntar hasta el cansancio (de ellos, no mío) “entendieron, chicos?”, de
alegrarme porque respondieron bien alguna pregunta “para pensar”, de apasionarme por explicar un tema que me
gusta mucho, de apasionarme más cuando veo que ese tema les gusta a ellos (juro
que, a veces, pasa).
La educación a través de la escuela tal cual la conocemos
tiene varios años de antigüedad. Con todas las críticas que se le hacen, muchas
veces acertadas, otras no tanto, creo que sigue siendo uno de los lugares donde
los niños y jóvenes se sienten a gusto y contenidos. Sigue siendo “su” lugar de pertenencia, ése
en el que pasan horas con sus amigos, amigos que, tal vez, serán los amigos de
toda su vida.
La tecnología nos está dando una gran mano para
mantenernos en contacto. Pero no creo, que hoy por hoy, pueda reemplazar al contacto presencial de
los estudiantes y sus docentes.
Tal vez, en alguna distopía de Netflix, todos tengamos un
chip y la información básica para vivir. Pero, mientras tanto, quiero seguir
escuchando el timbre para salir al recreo.
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